COLUMPIOS -1-

Después de llorar durante meses, Novo comienza a aceptar esta tristeza como un cheque en blanco que le regala la vida.

La vida le recuerda a aquella pecosa y tierna maestra que en el kínder nos limpiaba mocos y lágrimas a todos, después de habernos caído de ese paréntesis de infancia, de ese pequeño y efímero espacio de las emociones deslindadas de la tierra, intensamente sentidas en la panza, a alta o baja velocidad.

Novo, otra vez de cuatro años, camina hacia su lugar, limpiándose con las manos recién limpiecitas y la manga todavía mugrosa, el último rastro de sal en la cara, para ponerse a dibujar con las crayolas.

Está triste todavía, pero yo --que soy su compañera de banca-- lo estoy convenciendo de que se calme y me ayude terminar de colorear este horizonte.

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