...tanteo fórmulas heterodoxas, busco en el lenguaje otras tantas expresiones paradojales para tratar de inventarme un fundamento para la acción, un"vínculo otro" con el mundo, o al menos un esbozo de actitud.

Barajo aleaciones retóricas que tienen más ingenio que eficacia, y así hago ambiguas referencias a un desencanto fecundo, una resignación amenazante, una sana ironía, una inconsciencia subvertida.

En fin: nada que pueda pensarse como nuevo cimiento para acciones universalizables. Puede que el escepticismo sea la dieta de la intelgencia, pero no debiera ser la inteligencia misma. Permanecer allí demasiado tiempo podría convertirse en un lamentable exceso de coherencia, una nueva forma de obesidad.

Tal vez mejor buscar otra forma de coherencia eneste temple sincrónico de la contemporaneidad donde nada es demasiado coherente. Parece una contradicción, y seguramente lo es.

Pero no se trata de renunciar a la esperanza de otra forma deintegración, ni a la posibilidad de una acción cuyo sentidotransformador refuerce nuestras fantasías de mundo, sino de reconocer, en primer lugar, que esas fantasías todavía tienen que redefinirse yque, al mismo tiempo, no podemos suspender toda acción mientras procesamos dicha redefinición.

Para ser consecuentes, tal vez haya que sumergirse en una decidida inconsecuencia: celebrar esta orfandad derelatos comprehensivos y visitar sin prejuicio algunos relatos parciales que aunque no nos convenzan del todo pueden ser parte de unitinerario cuyo destino, calro está, es incierto.

¿Porqué no explorar en los intersticios de la política, en el esoterismo y su proliferación de sentidos, en la acción simbólica, en la cultura popular, en las intuiciones sugerentes, en la revuelta espasmódica, en las economías delos desplazados, en el hermetismo de tribus vernáculas y postmodernas,en las razones de la pasión, en la conversación intimista?

¿Y porqué no hacerlo con curiosidad infantil, sin expectativas de rendimiento ni de performance, con desvergonzada vitalidad?

¿Porqué no aventurarse a hacer un poco de literatura con el entorno y con la propia biografía, aunque sólo sea para volver a barajar las cartas?

Ni apocalípticos ni integrados.

Martín Hopenhayn (1995)

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