Le faltaba mucho aprender todavía del ingenio y la ironía. Pero con su primer chiste soso comenzó a convertir en polvo la seriedad agotadora de su vida. No supimos en qué momento ocurrieron las primeras risas, pero una vez que lo hizo no pudo parar hasta la madrugada. Dale que dale con las carcajadas. En el edificio resonaba el eco de risa loca. Todos dormimos acompañándolo tras los muros falsos y las ciertas distancias. Aunando a la risa suspiros de alivio, descargas cotidianas, las sendas jodas de nuestras metafísicas.

Comentarios

carlosasecas dijo…
Hace más de un mes que no se le ve la voz (porque ha de saber que asté es de esos extraños seres que dejan su paso en las palabras, por más que uno las pronuncie o, más bien, las ensucie con otros lodos) por estos mares de luz.

Ojalá se encuentre, no sólo bien, sino a gusto, como quiera y anhele asté, eso sí, con harta salú y ritiharto ánimo.

Por lo que sea, le mando un abrazote de hemíptero miercolero (ojo: que no estercolero; éso, sólo los coprófagos) y el deseo que hasta la más tenue brisa de tierra, le sea leve.

Salud

El piojete lloviznete

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