Hace poco más de un año escribí esto:

Coño, me fui muy lejos. A tientas encuentro una vereda de regreso. No camino por una selva mítica. No puedo hablar de mariposas. A tientas busco en las palabras un hilo ariádnico para salir de aquí. Me agobia este deambular sin luces. La vanidad me ha corrompido, como a todos. La ceguera ante la muerte me ha comido los deseos. Mis sueños diurnos se volvieron polvo de los días. No soy nadie. No soy nadie. Y no he construido nada. Ninguna causa justa. No tengo derecho a decir que no quiero rendirme ante la encrucijada, porque no he sido capaz de ninguna lucha. No he honrado esta vida. No he merecido mi buena suerte. No me estoy latigando, y estas palabras no me están marcando el alma.

Esta noche, al encontrarlo, siento alivio de estar cierta de que la vida vale la pena, justo por las búsquedas incesantes, las luchas. Sobre todo, esta que implica tener que ir a veces contra una misma, pa' encontrar que deseaba falazmente lo que no deseaba. No quiero discursos autoalabatorios. Pero otra vez me fui muy lejos, y estoy tranquila, plena. Sólo el amor persiste con sus lágrimas, de vez en vez.


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