Se rompe el día en varios pedazos.
Se queda atrapada la lluvia en uno puntiguado;
lo recojo
y al agacharme se me viene encima
un recuerdo en el cuerpo
de la última madrugada:

áspero frescor de una madrugada en vela, en la calle, soledad absoluta, el silencio de nadie.

Un compañero intenta el dormite, agazapado. Tose, tose, tose; único ruido.
Un perro blanco se acaracola sobre un viejo costal, debajo de la mesa. Lo miro de reojo, lo toqueteo con el zapato. Lo molesto pa' preguntarle quién es, qué viene a hacer aquí. Me husmequea, pero no soy de importancia... hasta que caliento un plato de frijoles, y tuesto unas tortillas duras. Ora él no es de importancia. No le doy. Si le doy se queda.

Barro la calle,
seco lo que nos moja,
recojo el principio del día, distribuido en ramas y hojas húmedas
--trinan, cantan, silban, hablan los pajáridos--
y al agacharme me empapo de un recuerdo sonoro
de la antepenúltima madrugada:

--me tiembla el alma--

telas, texturas cálidas de una madrugada poblada, la vela, la calle,
un tibia compañía, sonido de corazones: pum-pum, pum-pum, pum-pum, pum-pum;
síncopa sincrónica, ritmo acompasado
hasta el arrullo, hasta el dormite profundo.

Se rompen todos los días en pedazos de ayer, esperanzas, fantasías, expectativas.
Recuerdos y deseos
geográficos,
pielígenos,
sonoros,
de aromas,
de gestos, ruidos,
miradas absortas,
risas locas,
lamentos cotidianos,
ayes, oyes y porfavores,
¡no podés!,
¡joder!,
¡joeputa gonorrea!,
¡ándaleeeee!
guaraguás,
blablablá,
patatíes y patatás,
olores y ruidos de trastos,
chorros de agua,
ojos lindos,
hermosos, efímeros, inéditos tactos.

Ven...
...Abrázame

Con el amor recojo
--resuelta--
todos mis pedazos.

Ven...
...Abrázame

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